Translate

miércoles, 20 de mayo de 2020

FIGURA RECLINADA





La imagen que puedes ver arriba es una obra escultórica, exenta o de bulto redondo, perteneciente a la escultura contemporánea de la primera mitad del siglo XX. Se trata de una pieza del escultor británico Henry Moore, perteneciente a la serie de sus figuras reclinadas. Fue realizada en piedra mediante la técnica sustractiva, en el año 1938 y actualmente conservada en la Tate Gallery de Londres.

Desde el punto de vista temático nos encontramos ante la representación de una figura humana, femenina, que aparece reclinada sobre el brazo derecho. Pertenece, como ya hemos indicado, a la serie de figuras reclinadas en las que Moore comienza a trabajar desde la década de los 30 y que se convierte en una constante en su producción a lo largo de su trayectoria artística.

Como se ha indicado, la mujer se apoya sobre el brazo derecho mientras que el izquierdo aparece extendido sobre el cuerpo. Las piernas están flexionadas. El torso aparece representado de frente mientras que gira su cabeza hacia la derecha. Lo más destacado de esta versión de la figura reclinada reside en el proceso de abstracción al que Henry Moore ha sometido la representación del cuerpo femenino. Podemos ver cómo su cuerpo ha sido reducido a la representación de unas formas orgánicas donde nos resulta especialmente complejo determinar donde empiezan y terminan las extremidades. Al observar la figura nos damos cuenta de la presencia de un todo continum, es decir, de formas que permiten al escultor otorgar de solidez y volumen a la escultura, al tiempo que marcan cierto ritmo compositivo.

En cierto modo, puede decirse que la interpretación que Moore realiza aquí del cuerpo femenino coincide con las Venus de la Prehistoria, al compartir con ellas ese proceso de esquematización a la hora de representar sus cuerpos y como ellas la pieza del británico también comparte el acentuar, aunque sea levemente, los senos y unos rasgos faciales apenas destacados.

Pero sin duda lo más llamativo de la pieza de Henry Moore, reside en el hecho de invitar al espectador a rodear su escultura. No debe uno quedarse con la vista que ofrece la pieza desde un punto de vista frontal, pues al rodear la escultura el espectador podrá enriquecer su visión y concepción de la misma.












No solo con las Venus prehistóricas podemos conectar la obra de Henry Moore, el hecho de que su figura aparezca reclinada nos permite conectar esta pieza con la escultura maya y en concreto con la representación de Chac Mool realizada en piedra y donde observamos una figura humana, posiblemente un dios, representado de forma reclinada. También conectaría con la tradición de representar figuras reclinadas dentro de la historia de la pintura, desde las versiones de las Venus de Tiziano, pasando por la Maja desnuda de Goya, las Odaliscas de Ingres o la Olimpia de Manet. Aunque sin duda no debemos pasar por alto la posible conexión con Paulina Bonaparte como Venus victoriosa de Canova.

En cuanto a los aspectos formales, las líneas compositivas que recorren la figura, al margen de las evidentes curvas, destaca el empleo de la horizontal de la base, unido a la vertical que recorre la cabeza y el pecho de la figura. También se pueden trazar dos diagonales abiertas que unen la cabeza con sendas piernas formando una especie de triángulo. Otro de los rasgos relevantes de la pieza es que Moore da una gran importancia al volumen y densidad de la figura, pero también juega con el vacío visible en la cavidad del vientre. Ese interés por el lleno y el vacío y que el aire pueda recorrer la pieza se convierte en una constante en la obra de este escultor desde el principio. Además, la escultura en su conjunto pone de relieve esa dualidad que se observa en los trabajos de este autor, al caminar entre la figuración y la abstracción, ofreciendo una representación esquemática de la figura humana pero que al mismo tiempo siga siendo reconocible debido a la presencia de motivos orgánicos que recorren la figura.

En cuanto al contexto, Henry Moore está trabajando esta pieza en el año 1938. Se trata de un periodo de gran inestabilidad marcado por la Gran Depresión, gran azote económico y social durante la década de los 30, unido a la importante inestabilidad política que se vive durante dicho periodo y que se traduce en el auge de los totalitarismos en Alemania, Italia y la URSS, y el estallido de un conflicto bélico en España.

Moore comienza su trayectoria escultórica a finales de la década de los veinte. Desde el principio la figura humana, y en especial, la femenina ha sido su tema de cabecera manteniendo un pulso entre la figuración y la abstracción en su puesta en escena. Ello es debido a la conexión que establece con los principales movimientos de vanguardia surgidos antes y después de la Primera Guerra Mundial. Unas influencias que el autor ha sido capaz de llevar a su terreno conectando con su pasión por la naturaleza, el interés por lo orgánico y la riqueza de texturas que todas sus obras muestran independientemente del material en el que han sido concebidas. A ello debe añadirse el periplo vital vivido tanto en la Primera como en la Segunda Guerra Mundial, que convierte a sus esculturas en figuras inexpresivas y el interés por el lleno y el vacío, que hacen de Moore un referente esencial para los escultores de la segunda mitad del siglo XX.




Referencia de las imágenes utilizadas en la presente entrada:


No hay comentarios:

Publicar un comentario