En esta entrada nos vamos a ocupar del análisis del cuadro Galatea de las esferas un óleo sobre lienzo que Dalí pintó en el año 1952 y que actualmente se conserva en el Teatro Museo Dalí de Figueras.
Nos centramos en el contexto. Salvador Dalí pinta esta obra a comienzos de los años cincuenta. La Segunda Guerra Mundial acaba de terminar y el mundo tiene que enfrentarse a una nueva era. Un nuevo periodo en el que han surgido dos potencias dominantes: Estados Unidos y la Unión Soviética. Estamos ante el comienzo de la Guerra Fría en el que la comunidad internacional vive pendiente de estas dos potencias que se enzarzan en una carrera armamentística.
No debemos olvidar que el lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki, ha abierto una caja de pandora terrible con la puesta en marcha de diversos ensayos que jalonan la terrible carrera que se ha puesto en marcha desde los diferentes bandos.
En el caso que nos ocupa, a Dalí le parece fascinante la descomposición del átomo que, unido al descubrimiento de la cadena del ADN y el interés por las matemáticas, se convierten en elementos predominantes de una serie de cuadros en los que el pintor español va a trabajar a lo largo de la década de los cincuenta.
En esta obra, Salvador Dalí aúna sus dos grandes pasiones: la ciencia y Gala su compañera y musa inspiradora. En este caso aparece dominando la composición en un retrato de cabeza con un perfil delicado que recuerda el ideal de belleza observado en las Madonnas o retratos femeninos presentes en las obras maestras del Renacimiento italiano, tendencia que adora el propio Dalí.
Observa cómo aparece representadas la cabeza y cuello de Gala que se descompone en formas esféricas que al mismo tiempo se proyectan hacia el espectador, consiguiendo así subrayar la referencia espacial, la perspectiva cónica observada en otros cuadros del mismo autor.
El retrato de Gala llama la atención por su carácter etéreo y ligero subrayado por la iluminación clara que incide sobre su rostro y la gama empleada con la presencia de grises tanto en la zona superior como inferior.
Por otra parte, la distribución de las esferas que construyen el retrato de Gala otorgan al conjunto de un destacado efecto dinámico que permiten construir y destruir el rostro de su compañera. Ello unido al aire místico que parece envolver a la figura y que conectaría con otras obras realizadas por el autor en el mismo periodo como La Madonna de Port Lligat, Crucifixión o corpus hipercúbicus, Cristo de San Juan de la Cruz o La última cena.
Cerramos el análisis indicando que la obra analizada aparece vinculada dentro del movimiento surrealista y más concretamente a la figura de Salvador Dalí. El pintor español es uno de los más destacados representantes de la corriente figurativa del Surrealismo corriente que aparece en París a comienzos de la década de los 20 del siglo XX.
En el momento en el que Dalí realiza este cuadro coincide con una frenética actividad artística en el que el pintor decide retornar a nuestro país buscando una residencia más permanente. Aunque no abandonará sus estancias en el extranjero, Dalí encuentra acomodo en España haciendo de Figueras su cuartel general desde donde continuará creando simultaneando sus producciones pictóricas con sus incursiones en los medios de la época como vehículo con el que seguir divulgando tanto su arte como sus tesis teóricas.
Para saber más:
BOZAL, V. (2004)
Salvador Dalí. En Summa Artis
Antología. Arte español del siglo XX. Espasa. Madrid.
KLINGSÖHR-LEROY,
C. (2008) Surrealismo. Taschen
edición Diario el País, Madrid.
Enlaces de las imágenes utilizadas en la presente entrada:
No hay comentarios:
Publicar un comentario