Hijo del pintor Pedro Berruguete y nacido en la villa de Paredes de Nava, el joven Alonso inicia sus primeros pasos en Italia donde acude por invitación del mismo Bramante. Allí Alonso Berruguete entabla contacto con los más destacados autores del Renacimiento italiano. La figura con la que mantiene un contacto más estrecho es Miguel Ángel, cuya influencia será decisiva en la producción escultórica del español, junto con el estudio que realiza del conjunto escultórico del Laocoonte al que puede admirar durante su estancia italiana.
A su regreso a España y tras probar sin demasiada fortuna su faceta pictórica, Alonso Berruguete se centra en la escultura. Se instala en la ciudad de Valladolid donde pondrá en marcha un taller.
En la imagen que puedes ver a la izquierda, se encuentra la Adoración de los magos, perteneciente al Retablo de San Benito en el que Berruguete trabaja entre los años 1526-1532.
El retablo de San Benito es una de las primeras obras importantes que afronta el joven escultor. Este retablo no se conserva actualmente en su emplazamiento original sino que puede contemplarse en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid.
Observa cómo en este relieve se pone de manifiesto algunas de las claves del estilo de este escultor, la presencia de una curva que recorre los cuerpos de los personajes representados.
A la derecha puedes ver el "Martirio de San Sebastián". Concebido
inicialmente para el Retablo de San Benito el Real, la talla que nos ocupa
constituye un buen ejemplo del trabajo de Berruguete como escultor.
El tema
rescata la leyenda de Sebastián joven soldado romano al servicio del emperador
Diocleciano que fue sentenciado a morir al profesar la fe cristiana. Tras ser
disparado por sus compañeros de armas, Sebastián es llevado aún con vida ante
Santa Irene quien se encargará de cuidar sus heridas. Aún convaleciente de la
misma el joven soldado vuelve a presentarse ante el emperador romano para
reafirmarse en su fe lo que provocará que vuelva a ser condenado a morir
apaleado.
En la talla que
nos ocupa Berruguete ha representado al santo semidesnudo atado a un árbol
esperando que se ejecute su sentencia. Se aleja así el escultor paredeño de la
tradición medieval que dictaba representar al santo vestido con atuendo
militar. Al tratarse de una talla realizada en el Renacimiento prima el interés
del cuerpo humano donde destaca el suave modelado del cuerpo de influencias
donatellianas.
Desde el punto de vista compositivo lo más llamativo reside, sin
duda, en la curva de ecos praxitelianos que recorre todo el cuerpo del joven,
dotándole de un movimiento frenético como si se quisiera librar de la prisión
del árbol en el que se apoya. Un árbol donde también se acentúa la curva
observada en el personaje.
Por otra parte, el rostro de San Sebastián pone de
relieve el dramatismo del momento acercándolo además a las reminiscencias
dramáticas y teatrales del conjunto del Laoconte. Un último apunte podemos
indicar en el apartado de la policromía destacando la carnadura del cuerpo, un
cuerpo que no ha sido atravesado todavía por las flechas, y el estofado del
paño de pureza con el que se cubre la figura y que fue realizado en tela colada
superpuesta a la talla.
A la izquierda puedes ver "El sacrificio de Isaac". Desde el punto
de vista iconográfico, Berruguete reproduce el momento en el que Abraham para
probar su fidelidad a Dios es obligado a sacrificar aquello que más quiere. La
figura de Isaac, la víctima inocente, aparece en primer término, de rodillas,
con su cuerpo semidenudo, mientras que su padre aparece de pie preparándose
para ejecutar el sacrificio.
Desde el punto
de vista compositivo, ambas figuras conforman una composición piramidal,
marcada por la profunda diagonal que recorre la figura de Abraham y el juego de
curvas y contracurvas visibles en la indumentaria que envuelve a ambos
personajes. Ello unido al tratamiento de los rostros nos permite conectar este
conjunto, sin ninguna duda, al grupo escultórico del Laoconte, con el que
comparte dinamismo y ritmo compositivo, así como dramatismo y teatralidad en su
puesta en escena. Otro rasgo que comparte es el tratamiento de los cuerpos
siendo visible en este sentido la diferencia de edad entre padre e hijo, aún
sin llegar a la poderosa anatomía visible en la figura principal del Laoconte.
Junto a ello debemos indicar el efectivo uso de la policromía tanto en las
carnaduras como en la indumentaria, observándose como ya sucede en el San
Sebastián, el interés por el dorado.
En el año 1525 Berruguete se encarga de realizar la talla que puedes ver en la imagen de la derecha, el "Ecce homo".
Observa que la figura de Cristo aparece de pie. Cubre la desnudez de su cuerpo con un paño de pureza y un manto púrpura que aparece sobre sus hombros. En la cabeza porta una corona de espinas. Los brazos aparecen cruzados sobre el pecho y las manos atadas. Y del cuello cuelga una soga. El autor representa a Cristo en el momento en que Pilatos, tras azotarlo, lo presenta ante el pueblo judío y pronuncia las palabras "Ecce homo" que significa "He aquí el hombre".
Otros elementos a tener en cuenta de esta pieza es la colocación de las extremidades inferiores donde las piernas aparecen cruzadas en lo que parece una curiosa manera de representar el contraposto. La posición de las piernas, además, contribuye a subrayar la curva praxiteliana que recorre la talla desde la cabeza a los pies.
La fama que Alonso Berruguete adquiere en Castilla le lleva a abandonar su taller vallisoletano hacia 1539 y trasladarse a Toledo. Allí se hace cargo, junto a Felipe de Bigarny, de la sillería de la catedral.
El conjunto debe terminarlo el paredeño tras la muerte de Bigarny. En la imagen de la izquierda puedes ver un detalle de dicha sillería donde llama la atención uno de los sitiales que aparece coronado por el conjunto escultórico de la "Transfiguración de Cristo".
Una de las últimas obras realizadas por el escultor es la imagen que puedes contemplar sobre estas líneas, el "Sepulcro del Cardenal Tavera". Se trata de un impresionante sepulcro de tipo exento de forma troncopiramidal. En la cubierta podemos apreciar la efigie del yacente que aparece vestido con las ropas propias de su condición eclesiástica. El resto de los relieves hace alusión a figuras de carácter simbólico.
En la imagen que aparece arriba a la izquierda puedes ver un detalle de dicho sepulcro. Observa con atención en verismo que Berruguete parece haber querido reflejar en la representación del rostro del cardenal. Un rostro enjuto con los rasgos afilados y las cuencas de los ojos muy profundas fiel reflejo de la muerte.
Bibliografía:
V. V. A. A. (1994) Historia Universal del
Arte. Renacimiento (II) y Manierismo. Planeta.
ARIAS DE COSSÍO, A. Mª. (2009) El arte del
Renacimiento español. Encuentro.
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